José Ernesto (Josechu) Velasco
Navarro. Madrid, 1966
Artista autodidacta. Polifacético y
versátil en diversas manifestaciones artísticas: pintura, escultura,
literatura, fotografía, música, publicidad,... Su obra es producto de un
recorrido metódico, autodidacta, resultado de una vida de investigación
paciente y perseverante.
- Pintor
y escultor, con múltiples exposiciones desde los años 90. Especializado en
técnicas mixtas con empleo de hierro, madera, piedra, material informático
y electrónico… Creador del ExposiCART Ó (exposición
de arte susceptible de realizarse sobre un turismo)
- Escritor
de dos libros ¿Qué estás pensando?, La vida y lo otro, y editor de uno a
la memoria de su padre (basado en la correspondencia mantenida durante su
estancia en Londres en los años 50)
- Decorador
de interiores, diseño y elaboración de mobiliario y enseres para
series de televisión, anuncios y cine.
- Creador
del concepto Arte-útil, y de piezas reutilizando residuos sólidos urbanos
como material para obras de arte utilizables (mesas, lámparas,
estanterías…)
- Diseñador
de galardones (Revista Gentleman 2016-19).
- Escaparatista
(Glam, BOcce, Stream) y diseñador de stands y espacios para ferias
(Larribiere-Intergift).
- Diseñador
de campañas gráficas corporativas y productos promocionales (Spanair,
Campofrío, Danone, Nestlé,…).
- Inventor,
con más de 14 patentes de modelos de utilidad
- Creador
de videos (canal You Tube)
- Compositor
de música para anuncios (DGT, Mahou, President,…).
- Cantante
en Light of Dawn (Compositores y músicos: Juan Méndez y José Manuel
Lorenzo, Músicos: Carles Benavent y Fernando Arias) y en Bird (Compositor
y música: José Manuel Lorenzo).
- Aparición en espacios
culturales de prensa e internet (On Madrid-El País, Guía del Ocio, Blanco
y Negro-ABC, Gentleman, Revistart).
II CERTAMEN NACIONAL DE RELATOS CORTOS “LA MINERIA DEL CARBÓN”
TEMA: ABANDONO RURAL Y MUJERES HEROÍNAS EN LA VIDA DE LOS PUEBLOS MINEROS.
FALLO:
Recibidos al certamen 70 relatos de los que 54 fueron admitidos a concurso y 16 no válidos por no ajustarse a las bases del mismo y valorados de modo individual por los miembros del jurado, se ha procedido a otorgar los siguientes premios:
1. Primer premio, dotado con la cantidad de trescientos euros (300 euros), pieza de mineral y diploma para el relato titulado: “DE PARTO”
Autor: José Ernesto Velasco Navarro de Madrid.
2. Segundo premio, dotado con la cantidad de ciento cincuenta euros (150 euros), pieza de mineral y diploma para el relato titulado: “LA HORMIGA DEL SUEÑO”
Autor: Miguel Nombela Blázquez de Toledo.
3. Tercer premio, dotado con la cantidad de cincuenta euros (50 euros), pieza de mineral y diploma, para el relato titulado: “HE VISTO AL SOL LLORAR”
Autor: Raúl Romera Morilla de Sevilla.
La entrega de premios tendrá lugar el domingo 15 de diciembre en el III Belén Artesano Labaniego “Mina Canalina”.
Relato ganador:
"De parto"
La Marquesa está de parto. El animal no entiende de horarios, pero sí el reloj sucio de la cocina que marca las tres y cuarto, minuto arriba minuto abajo, qué más da. Los mugidos se oyen fogosos desde la cama como la llama de una mecha.
Para Concha, sustraerse de la manta es también casi nacer. Cuando duerme logra apagar sus pensamientos, pero como el rumiante no entiende de amor, la retorna sin miramiento a su existencia. Si fuera niña lloraría con ganas, pero es una mujer del campo, oriunda de un calvario, con su futuro profundamente tallado en las arrugas. Pocas tendrían humor a esas horas de la madrugada para decirle cosas bonitas a una vaca, pero su desayuno diario es un surtido de moral y valentía, de modo que se encamina con impulso hacia el establo al olor de las montañas, bajo un cielo estrellado tan limpio y frío, como el espacio mismo. El ruido único de sus zuecos rompe el silencio de la noche, con las suelas masticando tierra. A lo lejos un búho se deja descubrir con su chucheo. Le ha saludado, piensa ella, mientras accede a los mugidos por el portón de madera vieja. –Ya estoy aquí, bonita. Vas a tener un ternerito precioso –le dice al aire gélido mientras reúne las herramientas de socorrer. Los minúsculos filamentos de dos bombillas son cuanto de luz y calor tiene su noche. Una más, setecientas cuarenta y dos noches echándole de menos.
A Mario le conoció en el baile de la fiesta, solo de vista. Pero cuando comenzó a diluviar, únicamente ellos dos cabían en el pequeño refugio que regalaba el viejo zaguán de una casa de piedra. –Pobre orquesta –dijo ella mirando a los músicos salvar sus instrumentos. –Aquí la única música eres tú –respondió él. Esa es la frase que oye silenciosamente a máximo volumen en lo profundo de su añoranza, como un disco rayado, mientras se coloca los guantes y los riega con desinfectante. Luego corrieron, cubriéndose como podían hasta el bar de la plaza que estaba rebosante de alegría. Todos allí eran mineros como él, y mujeres de pura raza, como ella. La vaca suplica a gritos que pase rápido el tiempo, igual que ella, pero el reloj de la cocina se empeña ahora en marcar sólo las tres y veinte.
En realidad, tendría poca faena en ese parto. Bastaría su compañía. Pero el ternerito viene con las patas escondidas y necesita algo de ayuda. Concha introduce una mano por la vagina para orientarle bien hacia la vida y espera, un poco más –solo un poco, bonita –a que la madre dilate lo suficiente.
Mientras tanto, ella misma está dentro, con la cría, padeciendo la oscura claustrofobia de la cueva igual que todas las noches, atestadas de pensamientos acompañando a Mario.
Aquella mañana de noviembre preparó, sin poder remediarlo, su último desayuno a base de fruta, huevos, café con leche y un generoso beso fresco, recién cosechado del corazón. Le vio marchar relucido por la luna hacia su destino, y también hacia el suyo. Se habían casado en verano. Los soles de la luna de miel ya eran historia y las risas, aquellas risas, aún hervían en la digestión de su memoria. Los inolvidables paseos por París y los abrazos apretados en cada esquina ya estaban tatuados, eran suyos, imborrables. Pero no le bastaban. Aquellos recuerdos estaban tan impresos como un perfume antiguo que mantiene su firmeza pero que se aleja en el pasado, y husmeaba esa fragancia, a menudo, muchas veces, profundamente, con la obstinación de una perra buscando su trufa. Quería que Mario siguiera estando, quería más de su aroma, pero no era posible. Aquel timbrazo de las once y cuarenta y seis minutos tenía prioridad sobre todos los demás recuerdos. –Están atrapados. Esa fue en esencia la conversación telefónica. Atrapados, esa puta palabra – pensó mordiéndose los labios. La expresión que marchitó su alma y la de muchas mujeres en un segundo. En las tripas de una montaña, con lo apacible que parece su piel de pinos y lo contentos que trinan los pájaros sobre su cuero verde… si ellos supieran lo hambrientas que son sus cuevas. Convertir carbón en pan ¡eso era todo cuanto quería! Pero claro, tenía que engullirse en las tinieblas para conseguirlo, dejar el miedo y el amor suspendidos en la boca patinada de húmedo musgo de la mina.
El ternerito comienza a mostrar su hocico, como el blanco de los ojos desorbitados de su madre que empuja con fuerza.
Concha tira firmemente de la soga, trabada en las pezuñas sin estrenar del pequeño. Un alma que aún no ha exhalado ni un solo aliento de esta existencia no tan gustosa. Si supiera el animalito lo que es marchar en una procesión de viudas silenciosas… Si pudiera imaginar siquiera, lo que cuesta olvidar el cuerpo derrotado y cubierto de hollín de un voluntarioso trabajador que parecía invencible. Si él supiera lo difícil que se hace olvidar lo insuperable. Si él supiera…, pero ya sale. Ha sacado la cabeza y lo más difícil ha pasado.
Tira con todas sus fuerzas, gritando, desenterrando a Mario en realidad, sacándole de las entrañas. Una abstracción que bien le sirve, porque al ver aquel cuerpo entero fuera de su encierro, al comprobar que respira, se permite una sonrisa después de todo. Y no interviene en nada más, salvo para desatar las patas del becerro que compiten vigorosas contra la muerte. Entonces sucede otra vez, como siempre que asiste en un parto. La madre vaca se vuelve para lamer a su cría. Y Concha se transforma en vaca, estérilmente recompensada por salvar a su marido de lo insuperable. Y se sienta sola, en un rincón del pajar, para gozar de sus lágrimas con ese pequeño instante en el que Mario, de nuevo ha vuelto.
Así son las cosas y así se las hemos contado
Qué bonito! Qué sencillo lo cuentas, pero que enternecedor, tienes un don, cultívalo.
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